sábado, 11 de mayo de 2013


 

LA FANTASMA

                                                       Francisco Cervantes de Salazar

Un tal Alonso de Ávila, comisionado por Cortés para llevar al Rey de España la primera gran muestra de la riqueza de México, fue obligado en alta mar a rendirse con su navío al corsario francés Florín, quien se lo llevó preso a Francia bajo la idea que “usanza de la guerra era que el capitán vencedor vendiese al capitán vencido”. Florín, al descubrir las enormes riquezas encontradas en el barco, atribuyó al capitán capturado una gran importancia personal y lo entregó al Rey bajo esa impresión. De inmediato fue encarcelado en una fortaleza donde sólo estaban presos algunos señores. Se pidió cuatrocientos mil ducados por su rescate.

Ávila estuvo tres años enteros preso en aquella fortaleza, aunque bien tratado, pero guardado con gran diligencia, para que no se fuese; y el primer año, casi desde el primer día que en aquella fortaleza entró, todas las noches sin faltar ninguna, después de apagadas las velas, de ahí a poco, sentía abrir la cortina de su cama y echarse al lado una cosa que, al parecer del andar y abrir la cama, parecía persona; procuró las primeras noches de abrazarse con ella, y como no halló cuerpo, entendió ser fantasma. Le habló, le dijo muchas cosas y la conjuró muchas veces, y como no le respondió, determinó callar y no dar cuenta al Alcaide ni pedirle otro aposento, porque no entendiese que hombre español y caballero había de tener miedo.

Pasados ya muchos días en que, sin faltar noche, le aconteció esto, estando una tarde sentado en una silla, muy triste y pensativo, se sintió abrazar por las espaldas, echándole los brazos por los pechos, le dijo la fantasma: “Mosiur, ¿por qué estás triste?” Oyó la voz y no pudo ver más que los brazos, que le parecieron muy blancos, y volviendo la cabeza a ver el rostro, se desapareció.

A cabo de un año que esto pasaba, viendo el Alcaide por la conversación que con él y con otros caballeros tenía, que podía ya fiarse algo de él, consintió que un clérigo que mucho se había aficionado a Alonso de Ávila, quedase a gran instancia suya a dormir aquella noche en el aposento, donde hecha la cama, frontera de la de Alonso de Ávila, apagadas las velas y cansados ya de hablar, y que el clérigo se quería dormir, sintiendo que una persona, abriendo las puertas, entraba por el aposento, habiéndolas él cerrado por sus manos, y que abría la cortina y se echaba en la cama, despavorido y espantado de esto, levantándose con gran presteza, abrió las puertas y salió dando grandes voces; alteró a la fortaleza; despertó al Alcaide, el cual acudió con la gente de guardia, pensando que Alonso de Ávila se huía.

Llegado el Alcaide, el clérigo pidió lumbre, diciendo que el demonio andaba en aquel aposento. Metida una hacha encendida, no se halló cosa más que a Alonso de Ávila en su cama, el cual, sonriéndo, contó lo que había pasado un año continuo, y la causa por la que había callado. Se maravilló mucho el Alcaide y los que con él venían, y tuvieron de ahí en adelante en más a su persona, y así miraban por él con menos recato.

Mucho pesó después a Alonso de Ávila de haber descubierto lo que había pasado, porque jamás sintió a la fantasma, y como le había abrazado y hablado tan amo-rosamente, pensó que a no haber descubierto el secreto, le dijera alguna cosa en lo tocante a su prisión, en la cual estuvo dos años más, porque no había tanto dinero como el que pedían para ser rescatado y porque no querían los fran-ceses acabar de desengañarse, creyendo siempre que era algún gran señor y no un particular caballero.”

Cervantes de Salazar, Francisco: Crónica de la Nueva España. Prólogo de Juan Miralles Ostos. Editorial Porrúa S.A. México, 1985. Págs.770 a 772. 

NOTA
En el capítulo V, del libro sexto de la Crónica de Nueva España, de Francisco Cervantes de Salazar, figura la historia de la fantasma  que acompaña a Alonso Ávila en su cautiverio francés; historia o cuento que sólo he visto recogido por Alberto M. Salas y Miguel A. Guerin, en su Floresta de Indias, y citado un par de veces por José Luis Martínez en su excelente trabajo sobre Hernán Cortés, tanto en su biografía como en los cuatro tomos de Documentos cortesianos.

Sorprende que una historia tan especial haya sido dejada de lado o ignorada por las antologías que se han formado sobre el cuento durante la conquista y la colonia hispanoamericana. El único pretexto justificativo, y errado, podría ser que la historia se desarrolla en Francia o que no se sabe dónde obtuvo esa información Cervantes de Salazar.

El autor de esta Crónica de Nueva España, había nacido en Toledo hacia 1518 y llegó a México con un brillante palmarés académico: estudios de Humanidades y Cánones en Salamanca; viaje por Italia y Flandes, secretario latino del cardenal arzobispo de Sevilla hasta su muerte; catedrático de Retórica en Osuna, y con tres obras en proceso de impresión: Diálogo de la dignidad del hombre de Fernán Pérez de Oliva, terminado por él; glosa y notas al Apólogo de la ociosidad y el trabajo, de Luis Mexía; y su traducción de la Introducción a la sabiduría, de Luis Vives.

Sobre su viaje a México en 1551, lo justificaba diciendo que había hecho la travesía para “honrar a un deudo tan poderoso como Alonso de Villaseca”, en cuya casa se alojó cuatro años; la relación terminó en pleito cuando el pariente lo demandó para cobrarle los gastos ocasionados en beber, comer y vestir durante todo el tiempo que vivió en su casa.

Cervantes de Salazar fue un hombre de libros, erudito, culto. En México fue rector de la Universidad, cronista de la ciudad y autor de tres excelentes diálogos sobre la ciudad de México que agregó a los cuatro ya redactados en España. Su crónica, en cambio, aparte de lo que se puede llamar “la pequeña historia”, se suponía compuesta a partir de la información que le proporcionaron algunos conquistadores o descendientes de ellos, pero en realidad sigue casi fielmente a Gómara, aunque trata de desvirtuarlo cambiando fechas, nombres y números para que se creyese que lo refutaba. Cervantes de Salazar falleció en 1575, en Nueva España.

Imaginemos, como es posible, que la historia de Alonso de Ávila la inventara Cervantes de Salazar, la situara en Francia para evitar cualquier comprobación, y la escribiera por divertirse o para completar el número de pliegos de la Crónica por los que le pagaba el Ayuntamiento de México. Sea como fuera, la narración sobre la fantasma y Ávila es un buen cuento, pertenezca o no a la historia, con su principio, su intermedio y su final. Debió redactarse alrededor de 1560 o 1561, e ignoro si fue el primer cuento fantástico –tan claramente literario– escrito en México.

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