PARA VENCER A LOS ESPAÑOLES
Pero López
Se va de esta ciudad (San Francisco de Quito) a los Cañares,
que se llama el señor de ellos don Hernando Duma, el cual esta poblado en la más fértil tierra de aquellas
partes hay y los indios e indias son de buenos rostros. Es gente que anda
vestida y tienen “policia” (se emplea como orden, aseo) en sus casas y trajes.
Estos, como los demás, tienen, el demonio en ellos, gran
parte han querido algunas veces alzarse contra sus amos. Sucedió que tomaron
consejos con su mochan (mohán), que es como decir el papa, el cual habla con el
demonio todas las veces que quiere, y le pidieron consejo de qué suerte podrían
desbaratar y matar a los españoles, por lo cual les fue respondido que eran muy
belicosos, y que no era posible matarlos sino con su misma nación (gente), para
lo cual tenían ellos gran aparejo y que él les daría la orden de como lo
hiciesen. Le hicieron muchos sacrificios de inocentes y de otras muchas cosas
como ellos suelen hacer. Pedido el parecer de él, les fue dicho que ellos
tenían mujeres muy hermosas y las había en sus tierras, que las pusiesen en los
caminos reales y que los españoles que pasasen tropezarían con ellas y las
empreñarían, y aquellos que pariesen los hiciesen criar, y después serían
tantos el número que podrían después hacer lo que ellos quisiesen con los mismo
españoles; como les fue dicho fue hecho.
Sacaron muchas mujeres doncellas y viudas, las más hermosas
que hallaron, y en casas dedicadas para ello las pusieron a los españoles que
por allí pasaban. Iba el señor o principal de los españoles a ellos, y lo
llevaban a su casa y le mostraban aquellas mujeres, las cuales estaban haciendo
ejercicios de ropas y oficios pulidos. Preguntaba el señor al más principal de los
españoles qué le parecían, que cuál le parecía de aquellas más hermosa, y
diciendo cuál, la mandaban levantar y que le fuese a servir al tambo real, que
es como decir el mesón, el cual tambo y albergue está algo apartado de los
pueblos de los indios, y le servía esta india todo el tiempo que allí estaba,
un día y dos o más. Y lo mismo hacían a todos los demás españoles que por allí
pasaban que eran hartos, y fueron muchos más después que se publicó la maldad
que allí se usaba.
En cinco años no se pudo saber ni descubrir (lo que ahí
sucedía), (hasta que) al cabo de los cuales, una india que se había salido con
un soldado descubrió el bajo (plan) y maldad que los indios pensaban.
El capitán Salazar salió de la ciudad de San Francisco de
Quito al castigo y averiguación de esto; prendió a los señores, le trajeron a
las indias paridas, mestizos y mestizas que tenían a criar la tierra adentro. Hizo
el castigo. Cumplió el demonio su voluntad que fue hacer pecar a los españoles
y llevarse para así aquellas ánimas que camaron
(pecaron o ¿¡¡¡quemaron!!!?).
NOTA
La
crónica de Pero López, una crónica menor, y hasta hace pocos años inédita, de
la Conquista de América, se encuentra registrada en la Biblioteca Lilly de la
Universidad de Indiana de los Estados Unidos, como proveniente de la colección
reunida a comienzos del siglo XIX por Sir Thomas Phillipps el cual la compró en
1842 en la subasta de la biblioteca de Lord Kingsborough; en 1938 la
Universidad de Indiana lo compró en Lathrop C. Harper, Inc, compañía de Indiana
que lo había adquirido en la subasta organizada por The Rosenbach Co.
Esta
ignorada crónica tuvo la fortuna de ser encontrada por Juan Friede, quien la editó en Madrid en
1970, con una transcripción y estudio introductorio suyo, y un prefacio de
Marcel Bataillon. Algo más de un año después, la Universidad Nacional del Sur
editó la misma crónica con una introducción de la lic. Rosario Güenaga de
Silva. Es decir, cuatro siglos después de su escritura, la crónica fue
publicada por duplicado, y como inédita por ambas partes.
La
crónica se desarrolla desde 1540 a 1570, años en que su autor vivió en América.
Lo narrado se divide en dos partes; una referente a su recorrido desde
Cartagena hasta Buenos Aires; y la otra a las guerras civiles del Perú, en
donde formó parte de las fuerzas realistas.
El
escrito de López no se encuentra influido por las crónicas que ya circulaban en
los años en que la escribió; es un testimonio personal, limitado por la cultura
y los intereses propios del narrador, y que además de pequeñas anécdotas y ligeras
variantes de hechos conocidos, sirve para reafirmar otros testimonios y
crónicas sobre los mismos sucesos.
Aceptando
el juicio de Bataillon de que no hay episodio de las Indias mejor conocido que
el alzamiento de Gonzalo Pizarro desde 1544 a 1548, selecciono una anécdota señalada
por Bataillon en la crónica de López concerniente a su paso por el actual Ecuador
y que encuentra una versión más plana en la crónica de Cieza de León. Es el
capitulo referente a las mujeres de los cañares, que eran entregadas por los
hombres de los poblados para servir de cargadoras a los españoles, se anota que
la matanza hecha por Atahualpa ejecutando hombres, jóvenes y niños, había
dejado a los cañares con una proporción de quince mujeres por cada hombre.
Es
difícil saber la veracidad de los contado por Pero López sobre el consejo del
sacerdote sobre el método como se podría vencer a los españoles, pero algo
podría haber de cierto, cuando Cieza de León afirma que las mujeres de los
cañares “son algunas hermosas y no poco ardientes en lujuria, amigas de los
españoles”. Y Bataillon comenta que estos hechos son “una curiosa flor de la
crónica del mestizaje”.
· Friede, Juan: “Estudio preliminar”, en: López, Pero: Rutas de Cartagena de Indias a Buenos Aires
y Sublevaciones de Pizarro, Castilla y Hernández Gijón. Transcrito y
anotado por Juan Friede. Prefacio de Marcel Bataillon. Madrid, 1970. Págs.
1-28.
· Bataillon,
Marcel: “Prefacio”, en: López, Pero: Rutas de Cartagena de Indias a Buenos Aires y Sublevaciones de Pizarro,
Castilla y Hernández Gijón. Transcrito y anotado por Juan Friede. Prefacio
de Marcel Bataillon. Madrid, 1970. Págs. IX a XIII.· Güenaga de Silva, Rosario: Introducción en: Relación de Pero López. Visión de un conquistador del siglo XVI. Universidad Nacional del Sur. Bahía Blanca, 1971. Págs. 7-15
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